miércoles, 10 de marzo de 2010

HAMBRE DE AMOR

Hoy me desperté temprano, desvelado por tu ausencia, aunque todavía pude sentir tu presencia en la cama, y tu esencia en la almohada. Embelesado me vestí con calma y salí de tu casa, absorto en el recuerdo de tan apasionado encuentro, y prisionero de un presente revuelto lleno de buenos sentimientos. Decidí aplacar el revoloteo interior con un pincho y una infusión, pero una nueva vibración comenzó en el bolsillo de mi pantalón.

Propenso a la sencillez de pensamiento, a tomarme siempre al pie de la letra y al poco reflexionar en general, más por vagancia, que por practicidad, he seguido el consejo que vía SMS me has hecho llegar, en el que me animabas a disponer, hacer y deshacer a mi antojo, a pulular, disfrutar y servirme de la despensa cuantas viandas quisiera yantar, y sin sonrojo hacer mío tu hogar. Mas el usufructo me ha sido cortado por un gerente enojado que me sacó del trance, muy a mi pesar, y me ha invitado a cesar, a desalojar su cocina y a abandonar el establecimiento entre empellones e improperios faltos de caridad.

Una vez pasado el susto, asimilado el disgusto y desfacido el entuerto, he caído en la cuenta que te referías a tu morada y no a la posada en la que me encontraba en ese momento.

Sólo sé que te quiero y que ya no quiero desayunar.

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