jueves, 20 de enero de 2011

VIDEO-POEMA DE "CANTO"



CANTO es un poema que escribí en Noviembre de 2007 y que he adaptado al vídeo con la excusa de participar en un concurso de cortos. Al final en el concurso no tuve suerte, pero me sirvió como experiencia creativa.

Me resultó un poco extraño, ya que, una de las cosas mejores del texto es que cada uno tiene que imaginar el escenario, los personajes, y por supuesto, el significado. Con el vídeo se dirige un poco más al espectador.

sábado, 15 de enero de 2011

PENITENCIA



Con ladrillos carmesí construiste la más bella de las ciudades sólo para mí.

Las calles me abrazaban por la mañana y los besos llovían de las ventanas. Los niños rotulaban con tiza nuestros nombres en la acera y yo los rodeaba con un corazón sin que me vieran.

Pero un día, caminando por la Calle del Caramelo el teléfono me contó un cuento, y me dijo si pero no, no pasa nada, pero gracias y de nada ¿Te importa si nos vemos si alguna vez te echo de menos? Y entretanto podemos, si queremos, coger el camino de seguir siendo conocidos.

Las palabras rebotaron por mi cabeza sin rumbo, sin control, sin encontrar explicación, sin comprender un dolor que fulminó cualquier ápice de color, dejándome la calle y llevándose el colchón.

Y es que en esa cama de dos, cohabitaba un trío desde que se unió un amigo que yo pensaba que lo era, pero sólo mío.

Ni mío ni mía, ni cariño ni camaradería, ni aprecio ni empatía, sólo una herida por la que brotaba la agonía al ritmo ahogado de los estertores de mi vida.

Un yunque en el pecho al recordar, una cadena en el pie al pensar y una bola de metal en el fondo del mar como única forma de respirar.

Odio con razón de la razón de un corazón que sólo deseaba lo peor.

De las tripas hice un bastón y retomé la calzada con indiferencia simulada, ya que no hay mayor desprecio que el que se finje desear a quién se tiene aprecio.

Avanzando por la farsa me fui alejando de casa, por repechos de una sola vía, doblando esquinas de callejones sin salida, y subiéndome a tranvías que nunca circulaban de día.

El no sentir el dolor era la meta, pero al final fue la penitencia con la que cargué día tras día mientras me alejaba, y mientras me acercaba, al punto de partida.

El viento cálido del desierto moldeó una ninfa de arena para que fuera mi compañera, con ojos esmeralda para que me hipnotizaran, de cabellos dorados para trenzar nuestros brazos y con el ímpetu y acento capaz convertir el trío en cuarteto.

El rencor se fue convirtiendo en recuerdo, y el recuerdo, en algo ajeno que buscaba un dueño y que lo encontró en el arrepentimiento.

La amistad evocada, tintineaba tras la mirada que el abrazo cerró mientras se impregnaban en perdones ahogados que los labios no pronunciaron.

La palmada cerró la herida y desprendió la postilla que se deslizó rodando por el casco de las cervezas que compartían.