jueves, 26 de febrero de 2009

EL ANCIANO Y SU REFLEJO

En la puerta había una gorra negra y un bastón con los que se atavió frente al espejo del recibidor, se ajustó la bufanda dentro de su elegante americana y le guiñó un ojo al anciano del reflejo, que sonriente le correspondió.
Por la calle se descubrió educadamente ante todas las mujeres que se cruzaban en su camino, alargando el quite, con la picara intención de poder observar mejor a las de mayor esplendor.
Tras varios recortes, un par de verónicas y un más que merecido pase de pecho, entró en la farmacia para canjear la receta, que el urólogo le había dado para su disfunción.

miércoles, 25 de febrero de 2009

EL ANCIANO DEL REFLEJO

En la puerta había una gorra negra y un bastón con los que se atavió frente al espejo del recibidor, una vez ajustada la bufanda dentro de la vieja chaqueta de pana, le guiñó un ojo al anciano del reflejo y este gentilmente asintió.
De camino al parque se descubría educadamente para saludar a cuantas mujeres se cruzaban en su camino y cual torero socarrón, alargaba el quite de cuando en cuando, con la picara intención de observar mejor a las de mayor esplendor.
Tras varios recortes, un par de medias verónicas y un más que merecido pase de pecho, cambió de tercio al encontrarse frente a frente con su gran pasión, la mujer de su vida y su único amor, aquella niña de colegio de la que parecía ayer cuando le enamoró y que hoy, trataba en vano de ocultar su belleza tras unas arrugas y un pelo cano.
Sus miradas cómplices se fueron sonriendo de lejos hasta encontrarse en un abrazo profundo y prolongado, al que el canto oportuno de un ruiseñor teñía de blanco y negro como en las mejores películas de amor, hasta que un policía les interrumpió y en tono firme y desagradable les espetó "!Ya os vale! está toda la peña abajo esperando en el botellón", mientras el Spiderman que le acompañaba le corroboraba "si es que estáis todo el día igual, sois unos empalagosos".

jueves, 12 de febrero de 2009

FANTASMAS MAGROS

Él, lleno de ardor y desprecio, pensaba en el final, ayudado por una espesa niebla que le robaba la luz al día y los colores a su vida, mientras le empapaba a cada paso con oscuros pensamientos que le deprimían. Calado hasta los huesos de preguntas sin respuesta aceleró el paso y trató de darles esquinazo ocultándose tras un cigarro, pero proyectadas en el humo que exhalaban sus labios le atacaron imágenes macabras, de cuerpos mutilados apilados en cajas, de fantasmas magros levitando de ganchos, de aves degolladas que aún caminaban, de excesos olvidados y vicios cotidianos que le perseguían sin descanso para atormentarle a diario, esperando el momento final en que ya no le hiciera efecto el bicarbonato.