lunes, 26 de noviembre de 2007

UNOS VIENEN Y OTROS SE VAN

Y llegó el día, ese que siempre deseé que llegara, sólo que vino en dirección contraria, o me pilló en la acera equivocada, la inmensa alegría de una nueva vida vino anunciando la muerte, una muerte en vida que es la peor, ya que tú eres consciente de ella y sabes que los demás lo saben también, puedes ver el pésame en sus miradas y la condolencia en sus gestos, por mucho que traten de ocultarse tras velos de sonrisas y conversaciones vacías.
Arrastré mi alma por los pasillos del hospital en dirección a la planta con más vida y alegría del edificio, en la mano llevaba un paquete envuelto en papel rosa con un lazo rojo, lo miré mientras empujaba la manilla de la puerta de la habitación a la vez que contenía el aliento, la sensación de caminar por un túnel se apoderó de mi, al final de él vislumbré una silueta tumbada en una camilla, me acerqué con paso firme por fuera pero temblando por dentro... estaba tan preciosa y resplandeciente como siempre había imaginado que estaría, en sus brazos una diminuta replica de si misma dormía ajena a la luz que irradiaba, me incliné y le di dos besos, dos besos sentidos como no se los había dado nunca a nadie, dos besos arrancados de lo más profundo de mis entrañas que me dejaron vacío, casi inerte, mientras un reguero de lágrimas en forma de lazo se aferraban a mi garganta, todavía no sé como pero logré guardármelo dentro y aguanté, aguanté lo mínimo para poder retener la estampa en la retina, consciente de que esa imagen sería lo más cerca que estaría jamás del cielo, felicité al padre y abandoné definitivamente la vida.

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