martes, 27 de noviembre de 2007

DESEO

Por fin se abrió la puerta, muchos kilómetros, muchos días tachados del calendario, muchas noches solitarias, muchas conversaciones telefónicas, muchas horas de chat y sobretodo mucho deseo; la silueta esbelta que le abrió la puerta le sonreía, iba vestida con unos calcetines gruesos de lana de color gris, las piernas delgadas y morenas estaban desnudas hasta mitad del muslo, zona en la que se encontraba el final de una camiseta exageradamente grande que le caía recta por el cuerpo escondiendo las suaves curvas de su cadera, pero sin poder disimular la forma prominente de sus pechos,unos pechos que pensaba que a estas alturas estarían gastados de tanto rozar en su imaginación, unos pechos que curvados hacia arriba, como un absurdo capricho de la naturaleza que iba en contra de toda lógica, aparecían desafiantes y soberbios, pechos a los que se encaraba de nuevo y de los que con gran esfuerzo tuvo que apartar su mirada que dirigió hacia el hombro, un hombro desnudo que se escapaba por el cuello estirado de la camiseta, dejando al aire la piel que iba desde mitad del brazo hasta la oreja, esa zona se le antojó perfecta para aterrizar con sus labios y serpentear suavemente con ellos, besarla lentamente una y otra vez, desplazándose al azar de un lado a otro, acumulando temperatura a cada movimiento, a cada beso, a cada roce, a cada aliento susurrado, hasta que toda esa tensión estallara en forma de mordisco, de arañazo, de abrazo de cuerpos, de jadear de bestias, de violencia y de calor, mucho calor, con todo ese calor interior su vista se fue desplazando por el cuello hasta la base de la oreja, luego por el pómulo hasta la boca, donde vio como esa boca le sonreía, pero sin embargo sus ojos no, era una especie de Gioconda con una sonrisa inocente y juvenil que le daba la bienvenida y le invitaba a casa a tomar un Cola-Cao con galletas, pero con unos enormes ojos del color del cuero en los que se le podían ver todas las fantasías que ella había tenido desde su pubertad hasta ese mismo instante, todas ellas mezcladas, dando botes por su mente en un caos de agitación comparable a la lava burbujeante de un volcán, en ese momento sus ojos se abrazaron y sus cuerpos sin mediar palabra cruzaron la frontera del país de las normas, de los convencionalismos y de los sentimientos reprimidos para pasar al paraíso ardiente de la pasión.

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