viernes, 26 de diciembre de 2014

CENIZAS


Foto: Rodrimm http://ink361.com/app/users/ig-22702453/rodrimm/photos


Con las huellas de tus pisadas marcadas en mi espalda, con un hueco en el pecho con la forma de tu cara, con un reguero de lágrimas que se ahogan en tu mirada y con un baúl de recuerdos afilados como espadas que me trago cada noche hasta el alba.

Lima para mis heridas son tus palabras perdidas, aquellas letras equivocadas que pronunciaste antes de irte de mi casa y que resuenan en mi cabeza como una cantinela macabra.

Y yo, solo quiero amarte, solo eso, solo quiero amarte en silencio, cada noche cuando nos quedamos tú y yo solos compartiendo helados, mordiéndonos los labios, besándonos por la calle de repente sin motivo aparente, o colándonos en los portales cuando no están los porteros para subir al sexto y amarnos deprisa en el rellano, mezclándonos entre jadeos y risas con un frío pasamanos, y luego, luego bajar caminando despacio, saludando entre sonrisas a los vecinos con los que nos cruzamos, disfrutando aún de tu sabor en mis labios mientras tú me cuentas con la caricia de tu mano que podríamos seguir así un millón de años...

Ahora, que solo puedo odiarte todos los días, y no por tus palabras confundidas, cuando me dijiste en mi casa que ya no me querías y que lo sentías, ni por decirme que no era yo que eras tú, ni por soltarme que la culpa era de la vida y que yo no me lo merecía, ni siquiera por asegurarme que no había otra cuando yo ya lo sabía... sino por no dejarme explicarte que ella no te merecía, que la culpa si que era mía y que con tu ayuda todo cambiaría, que te amaba más que a mi vida, que eras mi luz, mi alegría y la persona con la que querría despertarme cada día, que si hubiera algo que perdonar, que sin dudar te perdonaría y que sin dudar te diría que nos volviéramos a amar como lo hicimos en el rellano de aquel viejo portal y que nos besáramos por la calle sin importar el que dirán y que me dejases mirarme para siempre en el reflejo de tus ojos de cristal... te odio, te odio, te odio; te odio, no por irte con otra, sino por dejarme con la palabra en la boca.

No había empezado a rodar mi tristeza por mi rostro aquel aciago día de tu despedida, cuando llamó el monstruo, amenazando, amedrentando, torturando desde la frialdad, diciendo palabras como "comunicar" y hablándome en plural como si no fuera él solo sino que fueran muchos más. Recuerdo que pronunció mi nombre y apellidos para después inventar que los tuyos habían desaparecido, que la calle era de doble sentido, que tu vehículo cambió de camino, que el camionero no pudo evitar el fatal destino y que quién viajaba dentro del coche había fallecido.

Hoy trato de arrancarme todas esas palabras malditas para dejarlas junto a tus cenizas, con la esperanza de que acabe pronto esta pesadilla en la que, cada noche, las ruedas del camión me atropellan, mientras no dejo de pensar que ese día la ibas a buscar a ella.




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