lunes, 14 de julio de 2008

CHARCO

Resbalaron por la estancia, se perseguían y se escapaban, se abrazaban y se escurrían, la milonga terminó cuando se clavaron las uñas y sus caderas comenzaron a chocar al compás de sus jadeos a la vez que respiraban una y otra vez el mismo aire condensado. El tiempo desapareció, sólo el segundero marcaba el paso con cada contracción, con cada golpe, con cada gota, con cada empujón... la violenta espiral sólo cesó cuando, tras mirarse fijamente, inclinaron la cabeza hacia atrás mientras sus ojos entreabiertos se buscaban respectivamente la espalda, sus cuerpos temblorosos fueron quedando poco a poco inertes hasta desaparecer en el charco de sudor que se había formado en el suelo.

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