Y la playa la visitó, vino sin avisar y sin que la esperaran, llegó en forma de mensaje. Era tan increible que lo más lógico fue pensar que no era verdad. Como todos los acontecimientos importantes e impactantes, esas cosas que son capaces de sacudir los cimientos de tu vida diaria y que marcan un antes y un después. Aferrados a desplazarnos por railes mirando por la ventanilla con los ojos cerrados, delegamos nuestro destino a relojes y calendarios que esquivan los baches por nosotros. La arena blanca la sacó de la rutina, tuvo que caminar por dunas enormes hasta alcanzar el mar, ese mar que hacía tantos años que no veía se le apareció delante. Se estremeció, se sintió pequeña, humilde y abrumada, ahí estaba, tan azul, luminoso y vivo como lo recordaba, varias horas le llevó asimilarlo, entenderlo y finalmente disfrutarlo. Allí en medio de la imensidad flotanto, mientras la acariciaban las suaves espumas de las olas se preguntaba como había sido capaz de vivir tanto tiempo alejada del mar.
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