Lo que silba el viento son susurros de otros tiempos, afilados cuchillos de acero envueltos en terciopelo.
jueves, 20 de diciembre de 2007
10 AÑOS
Recorría las calles de siempre pero con zapatos nuevos, se dirigía como todos los días al bar donde tomaba el café habitualmente, sin embargo todo olía a fresco, todo se veía con más color, todo sonaba distinto. Igual que cuando viajas lejos, que al principio tienes al país recorriéndote a ti por dentro. Tenía una cita a en punto y eran menos cuarto, ya se había asegurado esa mañana de ser puntual, le pidió a su despertador que le avisara media hora antes, porque quería ducharse, afeitarse y vestirse con tiempo suficiente para poder darse el visto bueno. Esa mañana en su pasarela de belleza eventual a punto de concederse un más que merecido 9,5 en estilo, notó que la persona que se reflejaba en el espejo estaba más nerviosa que él mismo, inspiró profundamente y expulsó el aire lentamente, se guiñó un ojo y salió por la puerta con paso decidido pero con pies torpes. Entró en el bar, saludó al camarero que le devolvió el saludo girándose hacia la cafetera para preparar un cortado, al volver con el pedido se extraño de no encontrárselo en la barra leyendo el periódico, sin darle mayor importancia cogió una bandeja y transportó la dosis de cafeína requerida a la mesa más tímida del local. Allí sentado en su nuevo emplazamiento dirigió su mirada a la entrada del bar que tenía juso enfrente, la ubicación era digna del mismísimo John Wayne, el contraluz perfecto para emboscar al malo malísimo. Observó la taza, la giró hasta que el asa estaba orientada hacia su derecha, rasgó el sobre de azúcar y vertió el contenido dentro, mientras veía como la isla que se había formado sobre la espuma se iba desmoronando poco a poco, se puso a pensar si la reconocería, si habría cambiado mucho, si seguiría tan guapa como la recordaba, ¿Qué le diré?¿Me levanto y la abrazo?¿Espero a que se aproxime ella? extrañamente ninguna de las opciones que barajaba era la que le gustaría realmente. Miró el reloj y el minutero señalaba a la puerta, tomó un sorbo de café, lo posó, volvió a mirar el reloj, luego la puerta... repitió esta operación con cada trago, hasta que apurando el último sorbo descubrió por encima de la taza una figura femenina que entraba al local, bajó lentamente el brazo mientras aguantaba la respiración, la luz que se colaba por la cristalera de la entrada hacía que apenas pudiera distinguir más que la silueta, lo que estaba claro es que se dirigía hacia él, mientras avanzaba por el bar los halógenos le echaron un cable y haciendo una reverencia la iluminaron, la reconoció enseguida ya que llevaba puesta la sonrisa de siempre, esa sonrisa que le había hecho soñar, volar, sentirse el hombre más fuerte del mundo, esa misma que le había roto el alma, y no contenta se había quedado a vivir dentro de él. A duras penas se incorporó, tenía el pulso parado y fue incapaz de dar un paso, ella siguió avanzando y se detuvo lo bastante cerca como para incomodar a un extraño, sus ojos se miraron por dentro y pudieron ver el sufrimiento respectivo a través de una película borrosa que luchaba por deslizarse por sus rostros, antes de que esto ocurriera se precipitaron en un abrazo sentido, un abrazo de almas en el que los cuerpos eran meras tapas de libros cargados de historias, en ese momento en que se apretaban el uno contra el otro con las barbillas apoyadas en la base del cuello, de sus labios salió un "lo siento" seguido de "yo también", pero nadie, ni siquiera ellos pudo distinguir quién habló primero.
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1 comentario:
Y al pasar los años, los sentimientos y sensaciones están intactas, sólo faltaba el abrazo y sentir su respiRación, es un bello relato y claro me siento identificada ya falta poco...
Saludos desde Chile
MIS CUENTOS FOTOS RECUERDOS...
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