Y ahora me río al recordar mis nervios y tu portal, cuando tu eras ínsula por conquistar, una tierra prometida de allende el mar, y yo, un pobre marinero muerto de miedo y temeroso de naufragar.
Un flan en busca de la nata, de la guinda y de la taza, aunque la moneda lanzada estaba trucada, ya que tenía dos caras, siempre podía caer de canto en una grieta del asfalto.
Por suerte la música sonó y comenzó la novela, en la portada una silueta me abría al puerta, y me presentaba unas escaleras torcidas que ascendían, hipnotizado seguí a un envoltorio dorado que, de cuando en cuando, se volvía para mirarme de lado.
Hoy alzo la vista y no hay respuestas, las preguntas cabalgan a lomos de la cometa de mi quimera, mientras los recuerdos que me dejas, atan los cabos que me mantienen en tierra.
Cuando el cielo se tizna y se salpica de purpurina, es el tiempo en que todo toma sentido, desaparecen los hilos y aparecen claros los caminos que dibujo uniendo los astros con mi libre albedrío.
Esta noche, aprovechando la luna nueva, le dibujaré a nuestra hija tu silueta sobre la constelación de Andrómeda. Le diré que algún día ella será Casiopea, y yo, yo seré Pegaso, y ese día estaremos de nuevo todos juntos y podremos escribir las páginas que nos dejaste en blanco.
2 comentarios:
Me da ternura imaginar tus nervios primeros, el temor a lo desconocido que nos atrae irremediablemente.
Muy bella la constelación que nos muestras.
Besitos con el telescopio Hubble.
Muchas gracias Nuda.
Por cierto ya vi que al final instalaste la mampara este fin de semana.
Buen relato, no te deja frío, eso no ;)
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