Los días se suceden como las cartas de una baraja sin comodines, llenos de palos que esquivar, de espadas que tragar, de oros deslumbrantes hechos de cartón y de copas que me ahogan en mi propio sopor.
Me falta aire en la habitación, me sobra todo en el exterior, el camino de baldosas amarillas se me hace eterno, y a la vez me falta tiempo para pensar en un sólo deseo.
Las figuras me contemplan desde el techo con cara de desaprobación ¿Qué ostias miráis? ¿No tenéis reinos que reinar, o príncipes que cuidar, o fortunas que amasar?
Sois todos unos bastardos ilegítimos, e ilegitimados ¿Por qué os creéis con derecho a mirarme de lado? ¿Qué pensáis que estáis libres de ser juzgados?
La Sota de oros baila ingenua, ingenuos la adoran creyéndola crédula, en la pista se forma un corro, su brillo deslumbra en rededor por eso siempre se la follan con gafas de sol. En su mesita de noche unas cuentas brillantes llevan la cuenta de sus amantes, pequeños trozos de estrellas muertas, forman su colección privada de almas por entregas.
El caballo de espadas galopa al viento y con su filo corta cintas carmesí, prometiendo trozos del mismo cielo para ti y para mí. A él siempre le salen las cuentas pues cuenta con cuatro patas y dos piernas, aunque maneja mejor las manos, especialmente cuando las une en forma de cazo.
El rey de bastos bajo su sotana va descalzo, ahora trabaja en la tele desvelando las intrigas de palacio, sus hijas se casaron, sus hijos se descasaron, pero él prefiere dar lecciones al pueblo llano desde su peana de barro.
El as de oros mueve las manos como los magos, con una se atusa su pelo engominado, con la otra da palmadas y va recaudando. Las marionetas se mueven solas y el as, que es conde, nunca se esconde pues le gusta observar el devenir de su obra.
Los efectos del ácido se van evaporando, y las cartas se van mezclando. Me despierto sudado, enredado en un ovillo de estandartes, de escudos y de pendones desorejados de regusto amargo.
Por un momento me encuentro perdido y desorientado y el mundo me parece un vertedero fétido y putrefacto.Una punzada en mi cerebro me recuerda lo que quiero, y todo me vuelve a oler a rosas mientras busco mi teléfono.
2 comentarios:
Te ha faltado añadir la etiqueta de "amor" o de "ella" o algo así, que me imagino, habrá sido tu inspiración..
ME ha gustado un montón. Tu estilo engancha. Un besazo
Muchas gracias Lucía por engancharte y comentar.
Lo de las etiquetas tampoco lo llevo muy a rajatabla, pero lo tendré en cuenta.
Publicar un comentario