sábado, 6 de agosto de 2011

UNA TABLA Y DOS CUERDAS



Amanece mi alma herida amarrada al abrigo de la bahía, no quiero que despunte el día, no quiero que llegue la despedida.

El lamento envuelve mi cuerpo, y serpentea alevoso por mis huesos, exhausto de tanto luchar, me evado y lo dejo tiritar.

Dos cuerdas y una tabla penden de una rama rota mientras el viento susurra historias entre sus hojas, historias de niños acunados y de risas perdidas entre las hebras del campo.

Los pies corren descalzos, la abuela grita ¡No os metáis en los charcos! Dos rostros curiosos se asoman al mundo de los renacuajos y siembran el caos agitando el fondo con sus manos.

Hoy los charcos se secaron y en la foto faltan la pequeña y el anciano, lágrimas, fango y finales amargos es el sino de los que avanzamos.

Hace mucho que se fueron los buenos tiempos y hoy me traicionan también los recuerdos, que lacerantes, me quiebran por dentro. No quiero que duela lo bueno, no quiero que hiera lo tierno, no quiero que el más puro de los sentimientos me constriña el pecho y me seque el aliento.

Espero que llegue el momento en que se haga soportable la herida y pueda evocar con alegría aquellos días en que mi abuelo me llevaba de la mano mostrándome la vida.


4 comentarios:

Aina Rotger Vives dijo...

Llegarán esos días, seguro.

Fernando Ferrao dijo...

Seguro que si Aina, muchas gracias.

Luisa Lizariturry dijo...

Que cosa más linda acabo de leer....Todo llega

Fernando Ferrao dijo...

Muchas gracias Luisa.