En la puerta había una gorra negra y un bastón con los que se atavió frente al espejo del recibidor, una vez ajustada la bufanda dentro de la vieja chaqueta de pana, le guiñó un ojo al anciano del reflejo y este gentilmente asintió.
De camino al parque se descubría educadamente para saludar a cuantas mujeres se cruzaban en su camino y cual torero socarrón, alargaba el quite de cuando en cuando, con la picara intención de observar mejor a las de mayor esplendor.
Tras varios recortes, un par de medias verónicas y un más que merecido pase de pecho, cambió de tercio al encontrarse frente a frente con su gran pasión, la mujer de su vida y su único amor, aquella niña de colegio de la que parecía ayer cuando le enamoró y que hoy, trataba en vano de ocultar su belleza tras unas arrugas y un pelo cano.
Sus miradas cómplices se fueron sonriendo de lejos hasta encontrarse en un abrazo profundo y prolongado, al que el canto oportuno de un ruiseñor teñía de blanco y negro como en las mejores películas de amor, hasta que un policía les interrumpió y en tono firme y desagradable les espetó "!Ya os vale! está toda la peña abajo esperando en el botellón", mientras el Spiderman que le acompañaba le corroboraba "si es que estáis todo el día igual, sois unos empalagosos".
2 comentarios:
Basta ya de luminosos enfrente que solo veo yo!! Como se puede ser tan brillante??
Tan sólido e inevitable como la gravedad....y por más que lo investigues...no puedes escapar de crecer...quizá lo único eterno, además del cambio, sea el espíritu libre.
A veces me quedo sin palabras, otras me las quitan.
Gracias
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