La bañera rebosaba, humeante la invitó a desnudarse y le tendió la mano para ayudarla a librar el borde, la espuma fue haciendo molde de su silueta mientras se recostaba, hasta acoplar perfecta a su alrededor. Cerró los ojos, soltó un suspiro profundo del que salieron el humo del tráfico, las voces de su jefe y la melodía favorita de su móvil que cada vez odiaba más. Las burbujas aprovecharon su momento y comenzaron a correr, a bailar y a saltar como si fuera la hora del recreo, rozaron y besaron su piel desnuda mientras los pies, recién apeados de los diez centímetros de tortura a los que puntualmente se subían todas las mañanas gimieron de placer, y mandaron un cosquilleo piernas arriba que le recorrió el cuerpo simulando el eco distante de un orgasmo. En ese momento las plantas de sus pies se acordaron de cuando corrían descalzas por la hierba húmeda del parque, sumergida en su mar de sensaciones pudo oler la hierba y oliendo a hierba se acordó también de "la queda", de "la cuerda", del "cascayu" y del barro, del barro en los zapatos, en las manos, en la falda y en los gritos de su madre al llegar a casa ¿Tu has visto cómo vienes? ¿Qué te crees que soy tu criada? las preguntas apenas han cambiado pero las respuestas siguen siendo las mismas. Con una mueca recordó lo que le costaba a su madre meterla en la bañera, y como sacarla le costaba aún más ¡Sal ya que te vas a arrugar entera! le gritaba desde la cocina.
Ahora ya nadie le gritaba. Se miró las manos y vio que estaban arrugadas por ambos lados
Ahora ya nadie le gritaba. Se miró las manos y vio que estaban arrugadas por ambos lados