Foto: Propia |
-¿Quién eres? -¿Nos conocemos? -Tu cara me suena,
hemos coincidido en el camino todos estos años, pero nunca habíamos hablado
aunque yo siempre he estado a tú lado.
Yo era el niño pequeño e inocente que
jugaba con su hermana sin saber nada, que lo primero que conoció de la vida fue
la muerte, que no supo crecer sin tenerla, que se aferró a una pena y olvidó su
esencia.
Soy el que lloró su cara sin aprender nada, el que la recuerda solo
enferma, el que se tortura con el recuerdo de la envidia de los juguetes que le
regalaban... soy el que cambió a su hermana por una pena cruel que seguía viva
dentro de él.
Lo siento hermana, perdóname, no te fuiste para que yo no
aprendiera nada, no te fuiste sin que te amara, no te fuiste para que yo no te
enterrara y no te fuiste para que yo conservase una pena sin conciencia que no me aporta nada. No quería
que te marcharas y guarde tu cadáver frío y dañino junto a mi almohada, no te
dejé ir y me quede con lo peor de ti.
Lo siento Cristina pues es así como te
llamas, ya no quiero que tu nombre me provoque solo lágrimas, prometo buscarte
en mis entrañas nuestros juegos, nuestras risas, nuestras aventuras y hazañas...
te prometo que voy a mirarte de nuevo a la cara y que no voy a volver a sentir jamás que en vez de
una hermana tuve una falta, ya he arrastrado tu peso demasiado tiempo en un
esfuerzo inútil por tener presente tu recuerdo.
Te quiero, mi corazón está
contigo, espero honrarte en el camino hasta el día en que puedan volver a estar
juntos aquellos inocentes niños.