martes, 3 de junio de 2008

"SURF TRIP"


Vela, quads, tenis de mesa, ski... mariconadas, a ver si pruebas el surf de una vez le decía yo aquella noche en la que las rubias que compartíamos nos hacían bacilarnos más de lo habitual. A Nacho lo quiero un montón, por lo que como es normal le doy toda la caña que puedo, y claro está no espero menos de él "...cuando hay olas no estáis en el agua, sólo os veo los días sin mar sentados esperando, lo que más os gusta es pasear la tabla por el muro..." me replicaba. De esas muestras de aprecio masculinas consistentes en decirnos de todo salió una promesa a la que un brindis le puso lugar y fecha: Francia en Mayo.

Varios meses después nos encontrábamos en camino, al viaje se nos unió Pablo, añadiendo buceo, baloncesto, remo y halterofília a los deportes anteriormente mencionados.... me daba igual ya los tenía donde quería, ahora mandaba yo.

Habíamos contratado unas clases por Internet y Beniat nos esperaba puntual. Nos recibió una bolacha de viento que barrió a toda la gente de la playa dejándola para nosotros solos "¿Qué, no os rajaréis ahora?" sus ojos contestaron pidiendo el traje. Con más afán que habilidad me eché unas risas al ver a Nacho en pelota cagándose en el que había inventado el neopreno (pobre Jack, que culpa tendrá) y a Pablo que se lo había puesto con la cremallera hacia delante, bien empezábamos anda, vaya dos.

Guiados por el experto y por fin correctamente enfundados en los trajes nos dirigimos a la orilla. Tras unas explicaciones teóricas se adentraron en el mar. Uno tras otro fueron cogiendo sus primeras olas, del pico a la arena y de la arena al pico. Yo sabía que el take off no iba a ser su fuerte, pero comprobé entre asombrado y fascinado como poco a poco iban cogiendo confianza y comenzaban a intentar giros, y es que en ganas y alegría podían competir con el mejor del mundo. Alguien más sabio que yo ya dijo una vez que el mejor surfista es el que mejor se lo pasa, y ese día nos encontrábamos los tres entre la élite mundial.

Finalmente encallados en la orilla sus caras reflejaron la misma felicidad que sentía yo por dentro, mientras se mezclaban los recuerdos de mis primeras olas con la sesión tan alucinate que acababa de presenciar, no pude más que felicitarles mientras los ayudaba a subir a las sillas de ruedas que impasibles habían contemplado el baño junto a mí.